viernes, 2 de abril de 2010

EL VALOR DE NUESTRA VIDA

"Porque soy como el árbol talado, que retoño:
porque aún tengo la vida" Miguel Hernández


Después de ser víctima de algún robo o de extraviar algún bien material de mucho valor para nosotros, es común presentar algún cuadro depresivo. No es nada fácil asimilar que nos arrebaten algo que nos ha costado mucho esfuerzo conseguir o que tenía un alto valor estimativo para nosotros.

También es común el deseo de enfrentarnos a nuestros agresores y defender con nuestra vida nuestras pertenencias. Sin embargo, las posibilidades de ganar cuando enfrentamos a un grupo de agresores violentos y decididos a lograr sus intenciones pase lo que pase son mínimas, por lo que no vale la pena correr el riesgo.



Por más que nos duela la pérdida de un bien material, no se compara al dolor de perder a un ser querido. Además, siempre hay alguien a quien le hacemos falta, que nos quiere y sufriría si nos pasara algo. Por un momento de arrebato podríamos afectar para siempre la vida de nuestros seres queridos.

Debido al aumento de la violencia y a la deshumanización del delincuente, es probable que para nuestros agresores nuestra vida no signifique nada, pero para nosotros y para nuestros seres queridos puede significar todo.

En ciudades tan grandes y complejas como las actuales, donde convergen distintos ángulos de apreciación de la existencia, resulta muy probable que resultemos perjudicados por alguien que no comparte nuestro interés por la vida y no dude en lastimarnos en un momento de ofuscación o enojo.

Enfrentándolos o agrediéndolos sólo pondríamos inútilmente en riesgo nuestra propia vida, parte de la solución al problema se encuentra en disminuir nuestra vulnerabilidad ante ellos, protegiendo nuestros bienes con equipo adecuado, aprendiendo a prevenir y evitando las situaciones de riesgo.

Disminuir nuestra vulnerabilidad ante los riesgos cotidianos no es tan difícil como parece, lo podemos lograr simplemente modificando paulatinamente nuestra conducta, llevando a cabo sencillos actos que podrían llegar a salvarnos la vida y adquiriendo la costumbre de comprar seguros para nuestros bienes más valiosos y de este modo disminuir nuestra pérdida en caso de robo.

Nada debe ser más importante para nosotros que el bienestar de nuestra familia y una de las formas de lograrlo es preparándonos para responder y saber que hacer en caso de ser víctimas de la delincuencia o para enfrentar un desastre o situación de emergencia.

También es importante enseñar a nuestros hijos a tener calidad en nuestras vidas, adquiriendo más satisfacción con las cosas que hacemos que con las que tenemos.

Los jóvenes suelen ser más impulsivos y arriesgan su vida por defender una cartera con 100 pesos o menos dentro de ella, o una bolsa de mano con pinturas y espejos, debemos enseñarlos a que lo más importante y valioso que tienen, es su propia vida y que no vale la pena correr el riesgo de morir por cosas relativamente sin importancia.

El amor y respeto por la vida también implica cuidarnos y cuidar la vida en nuestro planeta, tomando todas las medidas preventivas necesarias y detectando oportunamente los factores de riesgo que nos rodean.

El aprender a detectar esos pequeños detalles que podrían evolucionar y complicarse hasta producir una situación de emergencia o un desastre, así como el evitar las rutas y situaciones de más alto riesgo podría implicar la inversión de un poco más de tiempo en hacer las cosas, pero si no nos damos un tiempo hoy para hacerlas, mañana nos sobrara el tiempo para lamentarnos.

LA PARTICIPACIÓN DE LA SOCIEDAD EN LA SEGURIDAD

El diccionario de la Real Academia Española define la palabra "seguridad" como "cualidad de seguro"; estar seguro es: "estar libre y exento de todo peligro, daño o riesgo". Adicionalmente, la seguridad se compone de dos aspectos importantes: uno subjetivo, que consiste en sentirse seguro y otro objetivo, que consiste en la ausencia real del peligro o riesgo.


Sin embargo, si meditamos al respecto, encontramos que la seguridad total es inalcanzable porque siempre existirán los riesgos, debido a que algunos de los factores que los producen son ajenos a la voluntad del hombre. Es por ello, que sólo podemos hablar de diversos niveles de seguridad que dependen de dos aspectos fundamentales: la preparación que tengamos para disminuir nuestra vulnerabilidad ante los riesgos y la respuesta oportuna y adecuada que se tenga en el momento que estos se materialicen.

Independientemente del lugar o época en que viva, el hombre procura organizarse en grupos comunitarios que le permitan sentirse seguro y que le brinden la opción de reaccionar favorablemente ante amenazas que pongan en riesgo su vida, su salud mental o física y la de los miembros de su familia o comunidad.

Muchas de las actividades que realizamos a diario requieren, en mayor o menor grado, de condiciones de seguridad apropiadas para efectuarlas; como ejemplos podemos citar el cruzar una calle o avenida, tomar un medicamento, cocinar, hacer deporte, trabajar, acudir a un espectáculo público, abordar un taxi, etc., condiciones que conseguimos la mayoría de las veces de una manera instintiva o intuitiva y pocas veces de manera consciente y meditada.

En cuanto a nuestras pertenencias, pareciera ser que tenemos por costumbre dejar en manos de terceros lo relativo a su seguridad, Cuando nos vemos afectados o escuchamos que otras personas fueron víctimas de algún ilícito o accidente mencionamos expresiones como las siguientes: "No hay seguridad en esta ciudad", "Cómo puede ser que roben en este inmueble habiendo policías; aquí no hay seguridad"; o cuando sucede un accidente de grandes dimensiones, "No es posible que las autoridades no se hayan dado cuenta..."

Es importante entender que en los tiempos actuales ninguna institución puede garantizar seguridad completa y que nuestra participación es indispensable en cualquier programa que busque encontrar respuesta a esta problemática. No podemos ni debemos enajenar aquello en lo que podamos contribuir, dentro de nuestras posibilidades, para lograr mejores condiciones de vida.

Independientemente de la responsabilidad que tengan las Instituciones del Estado para brindar seguridad a su población, o bien, la que tienen las dependencias para mejorar su seguridad interna, es necesario colaborar para tener un medio ambiente de tranquilidad, a través de la modificación de nuestras pautas de conducta y para generar una respuesta social organizada ante el problema de inseguridad que afecta a la sociedad en su conjunto.

Acciones como el evitar la violencia intrafamiliar, fomentar valores cívicos, adoptar las medidas preventivas que se nos recomiendan ante sismos, incendios, de seguridad familiar, y otras, son susceptibles de llevarlas a cabo si realmente tenemos el deseo de hacerlo, en beneficio propio y de nuestro entorno.

VIOLENCIA INTRAFAMILIAR Y DELINCUENCIA

Es muy común que los programas que existen para buscar abatir la delincuencia se concentren en dos aspectos fundamentales: prevenir o disuadir el delito, y castigar al delincuente, al quien se le concibe como producto de generación espontánea o como ser maligno muy distinto del ciudadano común.


Explicar la delincuencia también se ha reducido a motivos de índole económico, como la pobreza extrema o la falta de fuentes de trabajo. Sin embargo, es muy claro que el hecho de ser pobre no convierte en delincuente. La delincuencia es un proceso más complejo, en el que intervienen distintos factores que contribuyen en la formación del individuo; es decir, su personalidad, su ideal de vida, su identificación sexual, sus aspiraciones, o en el rol de vida que asumen en su comunidad.

Se ha puesto a pensar alguna vez, ¿de dónde vienen los delincuentes? o ,¿qué es lo que lleva a un individuo a lastimar a sus semejantes sin sentir el menor remordimiento?.

La respuesta a estas preguntas está ante nosotros diariamente, pero no la hemos observado fríamente. Vivimos en una sociedad donde la violencia social se ha convertido en una pauta de conducta. Los niños la aprenden en la televisión, en sus juegos de vídeo, observando como se comportan sus padres o simplemente en la calle, llegando a concebirla como normal y cotidiana, por lo que cuando crecen, su comportamiento es cada vez más violento y despectivo ante la vida.

La violencia social es "un acto agresivo dirigido contra una persona o grupo de personas, en donde se les hace actuar contra su voluntad, valiéndose de la fuerza física, de la intimidación, de la persuasión o de la omisión". Parte del origen de la violencia social se encuentra en la violencia intrafamiliar; es decir, en la forma violenta en que se desarrolla la dinámica familiar en el trato hacia los hijos o al cónyuge.



Los niños de la calle, cada vez en aumento, son una manifestación muy evidente de este tipo de dinámica familiar violenta, en la cual los hijos prefieren enfrentarse a un panorama hostil y peligroso, como lo es la calle, que permanecer conviviendo con sus familias.

Desafortunadamente, la violencia intrafamiliar puede ser hereditaria; es decir, la mayoría de los padres golpeadores fueron hijos golpeados, y de este modo se desarrolla una cadena de conductas indeseables que parece un cuento de nunca acabar.

Ahora bien, la violencia intrafamiliar es predecible, si analizamos el trato que nos dieron nuestros padres; y también es previsible, si hacemos algo por evitarla.

Un gran número de padres golpeadores no lo hacen de mala fe, sino porque es la única forma que aprendieron para corregir los errores. En algunos estudios que se han realizado en diversas universidades, se ha detectado que los padres sienten lástima de golpear sus hijos en la misma proporción en que sentían tristeza al ser golpeados, pero desafortunadamente, reconocen como justo el castigo que recibieron (algunos llegan a manifestar que lo merecían por sus malos actos) y consideran una obligación el aplicar este tipo de correctivos a sus hijos para poder educarlos.

En algunas familias se acostumbra imponer castigos muy severos a los hijos, que llegan a producirles cicatrices que permanecen de por vida, o incluso la muerte.

Pero la violencia no sólo se reduce a los golpes, sino también a la imposición de castigos y rutinas que dejan daño psicológico de consideración.

La forma en que los niños lleven su infancia es definitiva para su destino como individuos en sociedad. Si los hijos aprenden a comunicarse adecuadamente, no es necesario que al ser adulto lleguen a los golpes o a la violencia para arreglar sus diferencias.

Los niños aprenden también de la forma en que observan el comportamiento de sus padres; por ejemplo, si un padre llega a su casa y se queja de lo desagradable que es para él ir a trabajar y de lo mucho que se cansa, es muy probable que el hijo no vea con agrado el trabajo, y se convierta en uno de los muchos que busca trabajo "rogando a dios no encontrarlo". Del mismo modo si los padres se gritan o se lastiman en frente de sus hijos, estos reproducirán estas formas de conducta en sus familias cuando crezcan.

Lo hijos son el reflejo de sus padres, debemos estar conscientes de ello cuando recibamos quejas del mal comportamiento que tengan en la escuela o en la calle.

La disminución de la violencia social nos traerá grandes beneficios y ayudará a disminuir los altos índices de delincuencia que vivimos. Cualquier problema social que exista requiere de la participación de la misma sociedad para solucionarlo. Pongamos nuestro granito de arena mejorando la forma de educar a nuestros hijos y disminuyendo la violencia intrafamiliar.

ACCIONES INDIVIDUALES PARA LA PREVENCIÓN DEL ROBO

Al robo, el más común de los delitos, regularmente lo asociamos con pobreza. Pero esto no siempre es así; muchos robos son llevados a cabo por gente sin verdaderas carencias económicas.

En este último caso, tenemos entonces que existen diversos tipos de ladrones: aquellos que asumen una actitud individualista ante la vida dejándose cegar por su ambición pese a tener los recursos necesarios para sobrevivir decorosamente; otros quieren alcanzar o mantener un alto nivel de vida sin importar los delitos que tengan que cometer; existen también los que lo hacen por enfermedad o placer y otros por que han hecho del robo su forma de vida.

Los robos cometidos como resultado de la pobreza extrema son los denominados famélicos, mismos que reciben este nombre por que se llevan a cabo para satisfacer las necesidades básicas del individuo. Distinta a esta categoría, pero también como resultado de la pobreza, encontramos a las personas que después de pasar largos periodos de desempleo acumulan necesidades económicas apremiantes y se ven inducidos al robo. Tenemos también aquellas personas enfermas, con un bajo control de impulsos, que experimentan placer o liberación en el momento de consumar el hurto; a éstas se les denomina cleptómanas. La cleptomanía está reconocida ante la Organización Mundial de la Salud como una enfermedad mental. Suele manifestarse en personas sin carencias económicas, ni características que evidencien su enfermedad y que regularmente roban cosas pequeñas de fácil ocultamiento y traslado.

Los ladrones verdaderamente peligrosos son aquellos que han hecho del robo su forma de vida; es decir, viven del producto de las ganancias de la comercialización de lo robado. Estos ladrones pueden llegar a actuar en forma individual o en grupo y cuentan con los nexos necesarios para la distribución de lo hurtado. Algunos de ellos descienden de familias criminógenas en las cuales se lleva a cabo el robo como práctica cotidiana en las que incluso los padres han contribuido consciente o inconscientemente en la formación del delincuente.

La mayoría de los ladrones se limita a despojar a la víctima de sus bienes materiales; sin embargo, algunos han dejado de experimentar remordimiento al llegar a la violencia innecesaria o el homicidio, pese a que la víctima no haya ofrecido resistencia.

En nuestra vida cotidiana es difícil distinguir a los ladrones, e incluso, sin darnos cuenta, en ocasiones convivimos con ellos. Pueden ser empleados domésticos, vecinos, compañeros de la escuela o el trabajo, amigos, o hasta familiares, etc. es decir, el riesgo de robo existe en cualquier parte y puede afectarnos desde en cosas sin importancia hasta en todo lo que poseemos.

El ladrón puede entrar a nuestra casa, a nuestra oficina, estar en la calle, en centros comerciales o en lugares de esparcimiento. Pero esto no quiere decir que estemos inermes ante el robo. Podemos hacer mucho para disminuir nuestra vulnerabilidad ante él, por ejemplo, no dar facilidades al delincuente; sin que esto se interprete como "oponer resistencia ante el ladrón" - lo cual podría despertar su ira y provocar que nos agrediera -, sino desarrollar en nosotros una actitud preventiva.

Para que se cometa un robo no basta con la sola presencia del ladrón, se requiere de la intervención de diversos factores como: la víctima, la existencia del bien por robar y las circunstancias propicias para que el robo se materialice.

Si bien no podemos actuar directamente contra un delincuente potencial, sí podemos disminuir nuestra vulnerabilidad ante el robo, considerando los otros factores mencionados que intervienen en él; adoptando el esquema de comportamiento siguiente:


ACTITUD COMÚN CONTRA ACTITUD PREVENTIVA


Actitud común: "Caminar solo ( probable víctima) durante la noche por calles oscuras o solitarias (condiciones propicias), con dinero en exceso, portando artículos o joyas notorias (existencia del bien por robar)".

Actitud preventiva: "Caminar acompañado; evitar las calles oscuras o solitarias; portar sólo el dinero indispensable y no ostentar joyas o artículos valiosos en la vía pública".

Actitud común: "Familia (probable víctima) que contrata servicios domésticos sin referencias; que no establece supervisión o control sobre este personal; que no controla las llaves de la casa (condiciones propicias) y que deja valores a la vista (existencia del bien por robar)".

Actitud preventiva: "Familia que contrata servicios domésticos con referencias; que se ha informado del domicilio, familiares y forma de vida del prestador del servicio; que da instrucciones específicas para la apertura de puertas exteriores; que controla las llaves del domicilio y protege sus valores adecuadamente, etc."

Actitud común: "Empleado (probable víctima) que deja su cartera con dinero (existencia del bien por robar) en el bolsillo del saco y este a su vez fuera de su control; que por momentos se ausenta de su lugar de trabajo (condiciones propicias)".

Actitud preventiva: "Empleado que guarda su cartera en el bolsillo de su camisa".

Estos ejemplos dejan claro que con nuestra participación a nivel individual, disminuiremos notablemente la probabilidad de ser víctimas de robo

SEGURIDAD PARA LA NUEVA EPOCA

“Más que construir un mundo en el que todos podamos vivir bien
debemos dejar de construir uno en el que será imposible vivir" (Skinner B.F.).


Es preciso reflexionar sobre las características que tiene nuestra sociedad en los inicios del presente siglo. Sin duda los cambios rápidos y radicales seguirán siendo un factor importante a considerar para cualquier pronóstico que se intente hacer. El aumento en la velocidad de las comunicaciones favorecerá la globalización y nos encontraremos cada vez más inmersos en una nueva concepción del mundo, donde los hechos que pasen en cualquier lugar, por más lejano que esté, tendrán alguna repercusión en nuestras vidas.

La humanidad evolucionará y se adaptará como lo ha hecho a lo largo de la historia. Nuestra creatividad e inteligencia encontrarán solución a los problemas que ahora se nos presentan y a los que se generen en el futuro.

La población mundial será cada vez más urbana, la tendencia de la población mundial de concentrarse en zonas urbanas dificultará aún más la satisfacción de las necesidades básicas de la población y el ejercicio de la seguridad pública. La delincuencia muestra tendencia a incrementares en todo el mundo, con ciertas características preocupantes como pueden ser el aumento de la violencia innecesaria, la deshumanización del victimario y la canalización del desahogo de las frustraciones hacia la víctima, en ocasiones llegando a crímenes con tintes de sadismo.
Las grandes ciudades han dejado de ser sinónimo de desarrollo y países como México cuentan con ciudades gigantescas, con todos los problemas que este hecho implica.

Sin embargo, la inseguridad no es exclusiva de nuestro país, ni siquiera de los países en vías de desarrollo, sino que se trata de un fenómeno mundial que afecta incluso a los países del llamado primer mundo.

Hasta ahora las medidas que se han tomado al respecto, están encaminadas a tratar de enfrentar el problema y no a prevenirlo o solucionarlo.

La prevención del delito y de la delincuencia requiere de modificaciones culturales en toda la comunidad, empezando desde nuestra propia familia y con una importante participación de todas nuestras instituciones educativas.

Debemos fomentar la formación de valores morales positivos y retomar la educación cívica para evitar que las próximas generaciones caigan en círculos viciosos que los lleven a delinquir.

La farmacodependencia, la deserción escolar, las riñas callejeras y la violencia doméstica, que tanto han aumentado en los últimos años, son evitables si tomamos conciencia de los problemas y contribuimos a solucionarlos. No basta con desear un mundo mejor, hay que actuar para lograrlo. Nuestra participación y compromiso son indispensables para lograr un cambio social favorable. Debemos detener la violencia y la inseguridad en que vivimos para evitar que sean factores que definan el perfil mundial de este siglo.

Para nadie es deseable ser víctima de algún delito y mucho menos que el próximo delincuente salga de nuestros propios hogares.

Las próximas generaciones merecen un mundo mejor; debemos trabajar juntos para lograrlo. Tengamos presente que:

"La seguridad es tarea de todos".